jueves

Lección de humildad (o humillación de un "adulto")




En ocasión del cumpleaños de mi sobrino, experimenté en carne propia una sensación particular. La situación fué la siguiente:
Se me acercó un niño pequeño y acto seguido me pide le abra, o mejor dicho, le quite la envoltura a un chupetín, uno de esos chupetines chatos. Al mismo tiempo que se produjo este acercamiento se produjo el de una niña más grande, de unos 6 años, año más, año menos. Yo, como no puede ser de otra forma, accedí a la petición del pequeño. Intenté durante unos segundos, sin éxito alguno, abrir el envoltorio. Era muy reducido el espacio entre el chupetín propiamente dicho y el resto del envoltorio, es decir, no había mucho nylon de donde sujetar para sinchar y abrirlo al envoltorio. En eso, la niña al ver mi incapacidad para abrirlo, me pide que se lo dé a ella para que ella lo abra. Yo, con aire de suficiencia propio de un adulto frente a la autopronunciación de una capacidad (cualquiera sea) de un niño/a, accedí a darle el chupatín con la firme convicción de que no demoraría en devolvermelo,  no sin antes darle la advertencia: "tomá, pero no vas a poder igual". Acto siguiente la niña abre el envoltorio con una facilidad escalofriante, y sentencia con un: "¿Que no puedo?... no podes, no podes." Obviamente ese comentario desató mi risa. Su mirada y el tono con que me habló, mostraba su decepción y burla ante mi incapacidad de abrir el chupetín me causaba mucha gracia. Pero inmediatamente comencé a sentir verguenza en lo profundo de mi interior, y la mejor justificación que tuve fué: "Es que vos estás acostumbrada a comer chupachupa´s, estas acostumbrada a abrirlos, yo no". 

Durante esos instantes se dio vuelta la tortilla, yo estaba en la posición de un niño; incapaz de abrir una golosina y argumentando mi incapacidad de forma lamentable, y la niña manejando un lenguaje y tono al hablar muy maduro para su edad.

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